Fue un sábado, o domingo al mediodía, en el shopping de
Liniers. A veces, con mi mujer, elegimos comer en McDonald´s o en Burger King;
quisiera ser un tipo que se alimenta sanamente, con vegetales, frutas y agua
mineral, pero soy todo lo opuesto. Y si mi hígado y mi estómago lo permitiesen,
mi dieta consistiría en asado, cerveza y budín de pan mixto a diario.
El patio de comida era un hormiguero y conseguir una mesa,
aunque sea para dos, era una misión complicada; había una señora, con bandeja
repleta en mano, que recorría acá y allá buscando dónde ubicarse. No obstante,
nosotros tuvimos suerte y encontramos lugar, y pudimos arruinar nuestro
organismo con la chatarra del rey de la hamburguesa y sus papas fritas y
gaseosas y aderezos.
Una vez terminado el almuerzo, mi vista volvió a cruzarse
con aquella mujer que caminaba alrededor de todo el lugar mirando adónde
sentarse; sentí mucha pena de ella y su comida ya fría, y le hice un ademán
para que viniese a nuestra mesa. Cuando se acercó, nos agradeció pero nos dijo:
“No estoy buscando dónde ponerme, sino a mi mamá que se me perdió”.
Yo me reí, pensando que era una situación graciosa. Sin
embargo, ella me hizo entender que no había nada de chistoso: “Está grande, y suele desorientarse. Estoy preocupada, la comida ya se arruinó”. Y
continuó dando vueltas, avizorando adónde podría estar su madre.
Con mi mujer hicimos lo propio, a pesar de no saber cómo era
la mujer a la que buscábamos. Y no tardamos ni cinco minutos en ver a una
señora mayor sola, sentada en una mesa vacía de comida, mirando al piso con
resignación. Enseguida, nos miramos y coincidimos en un comentario sin hablar: “Es
ella”. Era parecida, tenía las mismas facciones y la misma mirada tierna. Nos acercamos y le pregunté: “¿Usted vino a comer con su hija?”. Ella respondió
que sí, y la acompañamos hacia su encuentro.
La mujer revivió al verla llegar y nos agradeció una y otra
vez. Yo también me sentí feliz: la comida, entre madre e hija, costumbre de
todos los tiempos, no se había arruinado. Al contrario, había sumado una
divertida anécdota sobre la que reír.