miércoles, 28 de julio de 2010
Dar
Él estaba esperando el colectivo, atrás suyo hacía lo propio una mujer; como corresponde, cuando llegó el transporte, le cedió el privilegio de subir primera. Con desazón, observó que la intención de la hembra de pagar el boleto se veía amenazada porque varias de las monedas que había preparado en su mano eran rechazadas por la máquina; cuando terminó de colocar las que sí sirvieron, le restaban $ 0,10 para obtener el pasaje y, con desesperación, comenzó a revolver en su cartera en busca de la moneda. Seguramente, la mujer temía exceder el tiempo para sacar el boleto y tener que reiniciar el proceso. Entonces, en ese momento preciso, él aprovechó la oportunidad de llevar a cabo una noble acción: tomó diez centavos de su bolsillo y canceló la deuda. Ella, sorprendida, le agradeció con efusión y, nerviosa, continuó buscando la moneda para saldar cuentas. Ya te la doy, esperame, repetía una y otra vez. Pero él le dijo que no hacía falta, que eran $ 0,10 nada más, y se fue para el fondo, escuchando el agradecimiento. En realidad, pensó, él era el agradecido: recibió la posibilidad, muy fácilmente, de ayudar al prójimo. Y eso da felicidad, a él, a ella, al que lo ve. Ya lo explicó mejor, y en canción, Fito Páez.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Es una ley espiritual irrefutable: asi como el que siembra, cosecha; el que da, recibe. Por algún lado te vuelve, fija.
Publicar un comentario