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Recuerdo que mi papá solía no almorzar en el trabajo. Lo sigue haciendo, de hecho. Llegaba a casa por las noches fundido, y muerto de hambre. A la hora de la cena, mi mamá repetía toda la labor del mediodía pero para un comensal más. Como un chancho sin haber probado bocado en días, mi viejo se atragantaba con aquellos platos que no le duraban más que segundos. Solía insertarse trozos de comida más grades que el tamaño de su boca, llenarse de restos de aceite y salsa los labios, ahogarse con vino y disparar diferentes y desagradables ruidos de sus fauces. Mi vieja, furiosa, protestaba a los gritos que se comportara como un ser humano civilizado para comer y él, temeroso, pedía perdón y trataba de manejar sin éxito con más cuidado su apetito voraz. En ese entonces, yo estaba a favor de mi mamá: ¿cómo puede ser, viejo, que te comportes de esa manera?, pensaba.
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Recurrentemente, arribo a casa después del trabajo agotado. Con el peso de un día desperdiciado y la resaca de un viaje de martirio, con la cruz de un día más sin ser y haber "donado sangre al antojo de un patrón por un mísero sueldo", como cantó Claudio O´Connor en Hermética según escribió Ricardo Iorio. Entonces, la comida a veces me dura lo que un suspiro porque llego hambriento como perro. Lo mismo le sucede a mi mujer y a mi hermano. Lo mismo le pasaba, y le pasa, a mi papá. Hoy, que lo advierto, me cambio de bando y estoy a favor de mi viejo, cuando hace años mi vieja le pedía cordura y buenos modales a la hora de la cena. Y, es más, preparo una llamada telefónica: voy a invitar a comer a mi papá a casa mañana. Voy a preparar algo bien rico. O no: simplemente un bife con ensalada, como esos con los que se atragantaba otrora. Vino tinto barato y soda de sifón. Y un poco de pan. Y le voy a pedir que coma como chancho, que se ensucie hasta los cachetes de sangre de carne y aceite y vinagre de ensalada. Que sea ruidoso como puerco. Que me hable con la boca llena. Que se meta carne, ensalada, pan y mayonesa y vino y soda en la boca al mismo tiempo. Y lo voy a mirar, con amor, alimentarse. Bien ganado lo tenés, papá. Buen provecho.
3 comentarios:
Siempre en gran nivel sus posts, Patrick K.
Aprovecho para citar a Bertrand Russell: "En el mundo moderno, el amor tiene un enemigo más peligroso que la religión, y es el evangelio del éxito laboral y económico [...] Es tonto sacrificar completamente el amor por la carrera. Sin embargo, esto sucede, inevitablemente, en una sociedad organizada sobre la base de una lucha universal por el dinero"
Gracias Hijo... me quedo mas tranquilo se ve que te eduque con el ejemplo jajaja... que descripción de tu padre comiendo ... hasta me asuste jajaja... Pero te tomo la palabra cuando quieras ... llevo un tirita de asado ... un par de birras o el vino tinto ... y nos matamos comiendo jajaja
Abrazo
Nuevamente la facilidad en su redacción y la evocación de estas anécdotas no hacen más que recordar grandes momentos de nuestra vida.
Su prosa es implacable, siga evolucionando, la gloria es suya.
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