-Bien, muy bien.
-Me contó tu mamá que está estudiando y laburando.
-Sí, sí.
-Eso es lo importante, hay que tener la cabeza ocupada, sobre todo a la edad de tu hermanito, ¿viste? Ahí uno todavía no se da cuenta de las cosas y es más fácil que ceda ante algo que no le conviene, ante alguno que lo quiera llevar por el mal camino. Pero si tiene la cabeza ocupada en el estudio y el laburo no pasa nada, no hay problema, va a andar muy bien.
Seguramente, mi falta de comentarios ante su exposición y mi predisposición a retirarme y continuar camino le hizo entender que no me interesaba lo que decía; de hecho, cada vez que él comienza a hablarme hago eso: le respondo con monosílabos u oraciones cortas y secas para que comprenda que me genera rechazo.
-No sé, es al menos lo que yo pienso-insistió-, lo que aprendí con mi experiencia, estos pocos sesenta años que llevo vividos. Mirá, yo la pasé con mi hijo, que cuando era chico se la pasaba tocando la batería. A los catorce lo vino a buscar Fabiana Cantilo, a decirme que era un fenómeno, que se lo prestara para su banda. ¡Y la saqué cagando! Enseguida le empecé a meter el fútbol en la cabeza y que se dejara de joder con la música y con toda esa gente. Al carajo con la batería.
-¿Y hizo carrera de futbolista su hijo?
-No, labura conmigo, es martillero. Pero le fue muy bien, hizo una buena vida: se casó a los treinta más o menos, tiene mucho trabajo, una nena. Pero menos mal que lo saqué a tiempo de eso, que estuve firme. Por eso te digo, a tu hermanito lo llevan bien.
Tenía ganas de decirle que, en su lugar, yo no le hubiese impuesto una pelota de fútbol a su hijo en lugar de su sueño de ser músico y de esa oportunidad de tocar para Fabiana Cantilo, pero pensé que lo lastimaría y que, para peor, generaría una conversación más extensa. Me conformé, finalmente, con una pregunta más.
-¿Y volvió a tocar la batería su hijo?
-Con unos amigos se junta, pero poco, ya te digo que tenemos mucho trabajo y además con la mujer y la nena... Y es verdad que es un fenómeno con la música, sabe tocar la guitarra también. Tiene mucho talento. Yo no sé ni usar una pandereta, no sé a quién salió, a algún ancestro mío, no sé.
Y, así, sucedió algo que nunca pensé que ocurriría: aprendí algo de este viejo, anoté algo por si algún día me toca estar en su lugar. Y es que en ese momento en que Fabiana Cantilo venga y me pida permiso para llevarse a mi nene a tocar con ella la respuesta que hay que dar es la opuesta a la del viejo. Porque de eso, efectivamente, se trata el amor al prójimo y, más aún, a un hijo: de alentarlo a ir por su sueño, darle confianza, apoyo; hacerle entender que debe creer en sí mismo y, entonces, podrá conseguir lo que se proponga o, al menos, sentirse una persona de valor.
En una ocasión, en una tarde inolvidable, le pedí a mi papá una reunión. Yo tendría veinte años. Nos sentamos a la orilla del río, comimos unos sanguches. Le dije que quería dejar la facultad, que me había dado cuenta que no quería estudiar, que mi vida iba por otro lado. Y me puse a llorar, sentí que lo estaba defraudando. Pero él me dio un abrazo y, también llorando, simplemente me pidió que fuese el mejor en lo que yo quería ser. Gracias, papá. Vos, ¿y quién otro si no?, ya me había enseñado mucho antes que este viejo esta lección de ser padre, un buen padre.
3 comentarios:
En un principio estuve de acuerdo con el consejo del señor respecto a estar ocupado; sé de mucha gente que cuando se aburre, es muy molesta.
Pero no comprendí lo de meterle el fútbol en la cabeza. ¿Qué tiene de mejor ir a jugar al fútbol que tocar la batería? Qué consejo tan raro.
Gran post, conmovedor el final.
Viejo puto, al menos ahora se puede casar (?).
Es increíble lo que contás sobre lo que sucedió con tu viejo a la orilla del río. Sucedió exactamente igual conmigo, el mismo planteo, las lágrimas, y la respuesta de el. Solo cambia el escenario, que fue en un puterío.
No, mentira. Pero lo demás es posta. Sin dudas, nuestros viejos se zarpan.
Publicar un comentario