lunes, 13 de diciembre de 2010

La belleza de los puercos queridos

Esa tarde sucedió algo extraño en la rutina del hogar: llegué a casa antes que mi mujer. Entusiasmado, decidí sorprenderla recibiéndola con la cena lista. Con amor, como se debe cocinar, preparé la ensalada como sé que le gusta: pelé dos zanahorias, las corté en rodajas y las herví. También herví dos huevos. Lavé un tomate redondo grande y, lentamente, lo fui dividiendo. Del día anterior, en la heladera, quedaban lentejas que serían el último ingrediente. El plato principal sería filet de merluza, con limón: prendí el horno, puse una asadera con aceite y a cocinarlo. Cuando mi mujer llegó, efectivamente, logré sorprenderla no sólo con mi presencia sino además con el olor a comida lista. Nada como llegar a casa, después de toda la maldita jornada, y que alguien que te quiere te reciba con la comida lista. Como una madre. A veces no nos damos cuenta de lo poco que le agradecimos a nuestras mamás eso, creo. En mi caso en particular seguro: nunca le di las suficientes gracias a mi vieja por recibirme durante tantos años, cada mediodía que llegaba de la escuela, con el morfi preparado. Y la mesa puesta. Y encima uno que, cual Homero, se comía todo a toda velocidad en dos segundos. Tanto trabajo, tanto amor en la preparación para que un animal lo devore en un instante. Sin respirar, sin degustar. Y mirando la televisión. ¿Hay más amor que en aquellos que dan sin esperar, pero de verdad, recibir? Lo hacen porque quieren. Esa noche mi mujer deglutió el filet y la ensalada, y hasta tal vez eructó. Yo, feliz, la observaba con ojos amantes alimentarse.

***

Recuerdo que mi papá solía no almorzar en el trabajo. Lo sigue haciendo, de hecho. Llegaba a casa por las noches fundido, y muerto de hambre. A la hora de la cena, mi mamá repetía toda la labor del mediodía pero para un comensal más. Como un chancho sin haber probado bocado en días, mi viejo se atragantaba con aquellos platos que no le duraban más que segundos. Solía insertarse trozos de comida más grades que el tamaño de su boca, llenarse de restos de aceite y salsa los labios, ahogarse con vino y disparar diferentes y desagradables ruidos de sus fauces. Mi vieja, furiosa, protestaba a los gritos que se comportara como un ser humano civilizado para comer y él, temeroso, pedía perdón y trataba de manejar sin éxito con más cuidado su apetito voraz. En ese entonces, yo estaba a favor de mi mamá: ¿cómo puede ser, viejo, que te comportes de esa manera?, pensaba.

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Recurrentemente, arribo a casa después del trabajo agotado. Con el peso de un día desperdiciado y la resaca de un viaje de martirio, con la cruz de un día más sin ser y haber "donado sangre al antojo de un patrón por un mísero sueldo", como cantó Claudio O´Connor en Hermética según escribió Ricardo Iorio. Entonces, la comida a veces me dura lo que un suspiro porque llego hambriento como perro. Lo mismo le sucede a mi mujer y a mi hermano. Lo mismo le pasaba, y le pasa, a mi papá. Hoy, que lo advierto, me cambio de bando y estoy a favor de mi viejo, cuando hace años mi vieja le pedía cordura y buenos modales a la hora de la cena. Y, es más, preparo una llamada telefónica: voy a invitar a comer a mi papá a casa mañana. Voy a preparar algo bien rico. O no: simplemente un bife con ensalada, como esos con los que se atragantaba otrora. Vino tinto barato y soda de sifón. Y un poco de pan. Y le voy a pedir que coma como chancho, que se ensucie hasta los cachetes de sangre de carne y aceite y vinagre de ensalada. Que sea ruidoso como puerco. Que me hable con la boca llena. Que se meta carne, ensalada, pan y mayonesa y vino y soda en la boca al mismo tiempo. Y lo voy a mirar, con amor, alimentarse. Bien ganado lo tenés, papá. Buen provecho.

3 comentarios:

Guillermo Ruibal dijo...

Siempre en gran nivel sus posts, Patrick K.

Aprovecho para citar a Bertrand Russell: "En el mundo moderno, el amor tiene un enemigo más peligroso que la religión, y es el evangelio del éxito laboral y económico [...] Es tonto sacrificar completamente el amor por la carrera. Sin embargo, esto sucede, inevitablemente, en una sociedad organizada sobre la base de una lucha universal por el dinero"

Walter dijo...

Gracias Hijo... me quedo mas tranquilo se ve que te eduque con el ejemplo jajaja... que descripción de tu padre comiendo ... hasta me asuste jajaja... Pero te tomo la palabra cuando quieras ... llevo un tirita de asado ... un par de birras o el vino tinto ... y nos matamos comiendo jajaja

Abrazo

Chiche dijo...

Nuevamente la facilidad en su redacción y la evocación de estas anécdotas no hacen más que recordar grandes momentos de nuestra vida.
Su prosa es implacable, siga evolucionando, la gloria es suya.