jueves, 9 de septiembre de 2010

Del más allá

Hoy estuve mal todo el día, mi amor. Y no me podía dar cuenta por qué. Es una situación angustiante, asfixiante; anduve con cara larga, con la vista en el piso. No tenía ganas de nada; no quería hablar con nadie, odié más que nunca a mis jefes, pero con un odio diferente, como resignado. ¿Pero si hoy no me hicieron nada?, me preguntaba y no entendía qué pasaba. Sé que en otras ocasiones me sentí así pero fue hace muchos años, muchos. ¿Y ahora por qué de repente esta aflicción, por qué nada vale la pena? Hasta que de pronto recordé mi sueño de esta madrugada; nuevamente, tal como me sentí apenas me desperté y me di cuenta que había sido un sueño, me desesperaron las sensaciones. Mi abuela, uno de mis hermanos, mi papá y yo íbamos junto a mi abuelo a cenar afuera, en una suerte de última cena junto con él porque todos sabíamos que al día siguiente moriría. Mi abuelo, en realidad, murió el año pasado. Pero en mi sueño ahí estábamos, caminando muy despacio junto a él. ¿Cómo podía ser que lo hayamos dejado salir tan desabrigado?, me quejaba. Él estaba con una de sus camisas de tela delgada, que usaba siempre en enero, y todos nosotros con nuestras camperas de astronautas. Cada vez que mi abuelo me miraba se le llenaban los ojos de lágrimas, como diciéndome con sus ojos que no quería morirse y que me iba a extrañar: yo le respondía lo mismo con mi mirada; yo, por supuesto, no quería que se muera y siempre supe que lo iba a extrañar mucho. Pero no permitía que las lágrimas aparecieran porque quería mostrarme fuerte con él, como para trasladarle fuerza. Pero de repente él casi que se cae y yo rápidamente fui en su ayuda y lo sostuve; mi abuela, mi papá y mi hermano quedaban atrás, no sé por qué, ya sólo seguíamos mi abuelo y yo, casi cayéndonos al principio, porque se me hacía muy difícil sostenerlo, pero pronto lo lograba y seguíamos camino, despacio. Él me miraba agradecido y avergonzado por la situación. Lo tenía tan cerca abrazado a mí y ahora que lo recuerdo sentí su olor; ¿cómo no voy a sentirlo si estaba sobre mí? Pero fue un sueño, aunque yo te juro, mi amor, que olí su perfume de siempre. Toda la vida él usó el mismo perfume. Toda la vida. Y seguíamos camino, juntos al restaurante al que íbamos a comer su última cena. Ahora sé, mi amor, porque estuve destruido toda el día, sin ganas de nada, ni siquiera de saber por qué andaba así. Y ahora, mi amor, a diferencia de en mi sueño, lloro a rienda suelta. Nunca dejé de llorar tu muerte, abuelo, y te extraño mucho. Algo sobrenatural sucede, mi amor: tengo puestos los zapatos de mi abuelo, que me regaló mi abuela después que él muera. Y me están temblando los pies, como jamás me temblaron. Siento un terremoto en mis zapatos. Vení, abuelo, dame un abrazo: yo te voy a sostener y no te voy a dejar caer.

3 comentarios:

Chiche dijo...

Realmente es un relato muy emotivo, ojalá tuviera la facilidad de escritura suya para explicar lo que siento ahora que no tengo a mi abuelo, no hay llanto que me devuelva sus asados, sus picadas, sus consejos y su siempre disposición para estar con sus nietos todo un día, sus consejos; en fin, seguiré lamentando su fallecimiento y el nunca haberle invitado el asado que le había prometido, quizás cuando nos juntemos nuevamente, pueda saldar esta deuda y calmar el dolor que me ha quedado.

Chiche

Flake dijo...

Muy emotivo. Le mando un abrazo.

Pichi dijo...

Los recuerdos de los aromas, ya sea despierto o en sueños, es algo que por más que me lo expliquen científicamente jamás comprenderé. Es magia pura de los sentidos.

Te comprendo y te abrazo en la tristeza, querida pantera.