viernes, 6 de agosto de 2010

Un tesoro intocable

Mi abuelo preparaba Lemoncello con suma dedicación; esterilizaba botellas de vidrio, rallaba limones, medía obsesionadamente el alcohol a utilizar y pasaba meses esperando que la bebida esté asentada y lista para consumir. A mí me encantaba el Lemoncello que preparaba; siempre que terminábamos de comer, él ponía sobre la mesa dos copitas y me hacía un gesto para que sacara una botella de su producción líquida del freezer. Y picaba la garganta un poco, pero era un pequeño dolor que valía la pena. Una vez, mi abuelo me regaló una botella de Gatorade pero llena de su Lemoncello. Al tiempo, una madrugada, mi hermano me despertó para decirme que nuestro abuelo había muerto. Hoy, a más de medio año de ese día, esa botella que me obsequió de su Lemoncello, de su último Lemoncello, descansa en mi freezer como un tesoro intocable. ¿Cómo tomarlo?, le preguntaba a mi viejo y a unos amigos, que me explicaban que mi abuelo me lo regaló justamente para que hiciera eso. Pero si me lo tomo, vasito a vasito, llegará un día en que no quedará más y esa parte de mi abuelo la perderé para siempre. Y no lo puedo permitir. Tal vez, esa botella me la lleve al más allá, cuando me llegue la hora, y buscaré a mi abuelo, ahí, en el otro mundo; él me estará esperando con sus dos copitas. Y volveremos a brindar.

1 comentario:

Walter dijo...

Gracias Hijo por este recuerdo del Gordo seguramente sea donde sea que este descansando en paz nos estara esperando para cuando llegue nuestro momento con sus inigualables asados y la copita de lemoncello..